martes, 11 de diciembre de 2007

Yo soy la del cubito a la izquierda


Me acuerdo de las galletitas ovaladas sabor a limón que mi abuela nos daba para la merienda cuando éramos pequeños y que guardaba en una caja cuadrada de lata azul en la alacena de la cocina. Son las galletas más ricas que jamás haya probado nunca, quizás porque la infancia fue una época muy dulce.
La alacena estaba situada al entrar a la cocina a la derecha. En realidad era como una pequeña habitación formando esquina, con unas grandes puertas de madera celestes con pomos de cerámica blancos. La lata azul, la de las galletas ovaladas, se encontraba a la altura de nuestra corta estatura en la segunda balda. Mientras mi abuela nos preparaba la leche nosotros corríamos a cogerla y a ponerla encima de la mesa de la cocina. La abríamos con avidez y esperábamos ansiosos la leche calentita para sumergirlas en ella. Se reblandecían, lo suficiente para que no se rompieran y nos las llevábamos a la boca para que terminaran de fundirse en ella. Eran las galletas de la abuela. Era la mejor merienda del mundo. Y eso que ya existían los Phosquitos, los Tigretones y creo que hasta los Donuts de chocolate.
La leche la traía Manolo, el lechero, que tenía una vaquería en el pueblo. Había que hervirla primero para matar los microbios. Esa nata dura y espesa que se formaba al enfriarse la colaba mi abuela y la utilizaba luego para hacer mantequilla.
A la izquierda estaba la hornilla y la abuela permanentemente delante de ella cocinando. Aquel día estaba acostada yo en el dormitorio del fondo aquejada de fiebres maltas. No debieron hervir muy bien la leche del queso de cabra que me comí y que me provocó la enfermedad. Sentí un alarido. A mi abuela acababa de caerle encima del pie izquierdo el aceite hirviendo de la sartén donde freía el pescado.
Tuvo que permanecer en la cama el mismo tiempo que yo estuve con las fiebres. De lo que ocurrió allí, en aquel dormitorio, abuela y nieta juntas, sólo os adelanto que me enseñó a utilizar la aguja de crochet y que hice la cadeneta más larga que jamás nadie haya tejido.

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